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Entender los trastornos de ansiedad

marzo de 2016

Artículo destacado

Entender los trastornos de ansiedad

Cuando el pánico, el miedo y las preocupaciones nos superan

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Ilustración de un hombre preocupado que se mantiene alejado de un círculo de amigos.

Muchos de nosotros nos preocupamos de vez en cuando. Nos inquietan las finanzas, nos sentimos ansiosos en las entrevistas de trabajo o nos ponemos nerviosos en las reuniones sociales. Estos sentimientos pueden ser normales o incluso útiles. Pueden darnos un estímulo de energía o ayuda para enfocarnos mejor. Pero para las personas con trastornos de ansiedad, pueden ser abrumadores.

Los trastornos de ansiedad afectan a casi 1 de cada 5 adultos estadounidenses cada año. Las personas con estos trastornos tienen sentimientos de miedo e inseguridad que interfieren con sus actividades cotidianas y que duran 6 meses o más. Los trastornos de ansiedad también pueden aumentar el riesgo de desarrollar otros problemas de salud, como enfermedades cardíacas, diabetes, abuso de sustancias y depresión.

La buena noticia es que la mayoría de los trastornos de ansiedad mejoran con tratamiento. El tipo de tratamiento necesario depende del tipo de trastorno de ansiedad. Medicamentos, psicoterapia ("terapia conversacional") o una combinación de ambos suelen aliviar los síntomas más molestos.

"Los trastornos de ansiedad son uno de los problemas de salud mental más tratables", dice el Dr. Daniel Pine, psiquiatra y neurocientífico de los NIH. "Aun así, por razones que todavía no entendemos por completo, la mayoría de las personas que tienen estos problemas no recibe los tratamientos que realmente podrían ayudarlos".

Uno de los tipos más comunes de trastorno de ansiedad es el trastorno de ansiedad social, o fobia social. Afecta por igual a hombres y mujeres, un total de aproximadamente 15 millones de adultos estadounidenses. Sin tratamiento, la fobia social puede durar años o incluso toda la vida. Las personas con fobia social pueden preocuparse durante días o semanas antes de un evento social. Con frecuencia se sienten avergonzadas, cohibidas y con miedo de ser juzgadas. Les resulta difícil hablar con los demás. Pueden sonrojarse, sudar, temblar o sentirse mal del estómago cuando están con otras personas.

Otros tipos comunes de trastorno de ansiedad incluyen el trastorno de ansiedad generalizada, que afecta a casi 7 millones de adultos estadounidenses y el trastorno de pánico, que afecta a casi 6 millones. Ambos son el doble de comunes en las mujeres que en los hombres.

Las personas con trastorno de ansiedad generalizada se preocupan continuamente por temas de la vida cotidiana, como la salud, el dinero o los problemas familiares, incluso si se dan cuenta de que hay pocos motivos de preocupación. Se sobresaltan con facilidad y no pueden relajarse ni concentrarse. Les resulta difícil dormirse o permanecer dormidos. Podrían tener dolores de cabeza, dolores musculares o dolores inexplicables. Los síntomas con frecuencia empeoran en los momentos de estrés.

Las personas con trastornos de pánico tienen brotes de miedo súbitos y repetidos — llamados ataques de pánico — que duran varios minutos o más. Durante un ataque de pánico, la persona afectada podría sentir que no puede respirar o que está teniendo un ataque cardíaco. Podrían tener miedo de perder el control o tener una sensación de irrealidad. No todas las personas que tienen ataques de pánico desarrollarán un trastorno de pánico. Pero si los ataques se repiten sin aviso, y generan el miedo de tener otro ataque en cualquier momento, entonces es probable que sea un trastorno de pánico.

Los trastornos de ansiedad tienden a ser hereditarios. Pero los investigadores no están seguros de por qué algunos miembros de la familia desarrollan estas enfermedades mientras que otros no. No se han descubierto genes específicos que realmente causen un trastorno de ansiedad. "Hay muchos factores diferentes, entre ellos los genes, el estrés y el entorno, que tienen efectos leves pero que se acumulan de maneras complejas para influir sobre el riesgo de una persona de desarrollar estos trastornos", dice Pine.

"Muchos niños con trastornos de ansiedad superarán la enfermedad al crecer. Pero la mayoría de los problemas de ansiedad que vemos en los adultos comenzó durante la infancia", agrega Pine.

"Los trastornos de ansiedad están entre los trastornos psiquiátricos más comunes en los niños; se estima que 1 de cada 3 sufre ansiedad en algún momento de la infancia o la adolescencia", dice la Dra. Susan Whitfield-Gabrieli, experta en imagenología cerebral del Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT. "Aproximadamente la mitad de los trastornos de salud mental diagnosticables se presentan antes de los 14 años, por lo que hay un gran interés en descubrir los factores que podrían influir en el cerebro durante esos primeros años de la adolescencia".

Whitfield-Gabrieli está lanzando un estudio financiado por los NIH para crear imágenes detalladas mediante resonancia magnética de los cerebros de más de 200 adolescentes de 14-15 años, con y sin ansiedad o depresión. Luego, los científicos evaluarán qué estructuras y actividades cerebrales podrían estar vinculadas a estas enfermedades. El estudio es parte del Proyecto Conectoma Humano de los NIH, en el cual equipos de investigación de todo el país están estudiando las complejas conexiones cerebrales que afectan la salud y la enfermedad.

Whitfield-Gabrieli y sus colegas han demostrado que el análisis de las conexiones cerebrales podría ayudar a predecir qué adultos con fobia social podrían responder a la terapia cognitivo-conductual (TCC o CBT por sus siglas en inglés). La TCC es un tipo de terapia conversacional conocida por ser efectiva para personas con trastornos de ansiedad. Las ayuda a cambiar sus patrones de pensamientos y a reaccionar de otra manera ante las situaciones que provocan ansiedad. Pero no es efectiva para todos.
De 38 adultos con fobia social, los que respondieron mejor luego de tres meses de TCC tenían patrones de conexiones cerebrales similares. Este análisis del cerebro permitió una mejora importante en la capacidad de predecir la respuesta al tratamiento, en comparación con la evaluación clínica sola. Será necesario realizar estudios más amplios para confirmar los beneficios de este enfoque.

"Lo que esperamos lograr es que la imagenología cerebral nos ayude a predecir los resultados clínicos para realmente personalizar los tratamientos de cada individuo, para saber si responderán mejor a la psicoterapia o a determinados medicamentos", dice Whitfield-Gabrieli.

Otros investigadores se están enfocando en nuestras emociones y nuestra capacidad para ajustarlas. "Queremos entender no solo cómo las emociones nos pueden ayudar, sino también cómo pueden causar dificultades si tienen una intensidad equivocada o son del tipo equivocado para una situación en particular", dice el Dr. James Gross, psicólogo clínico de la Universidad de Stanford.

Todos usamos estrategias diferentes para ajustar nuestras emociones, con frecuencia sin necesidad de pensar. Si algo te enoja, puedes tratar de contener la emoción para evitar hacer una escena. Si algo te molesta, podrías tratar de ignorarlo, modificarlo o evitarlo por completo.

Pero estas estrategias pueden volverse dañinas con el paso del tiempo. Por ejemplo, las personas con fobia social podrían decidir evitar asistir a una conferencia profesional para mantener la ansiedad bajo control. Eso les hace perder oportunidades laborales y la posibilidad de conocer personas y hacer amigos.

Gross y otros están examinando las diferencias entre cómo las personas con y sin trastornos de ansiedad regulan sus emociones. "Estamos descubriendo que la TCC es útil, en parte, porque enseña a las personas a utilizar sus estrategias de regulación de las emociones de manera más efectiva", dice Gross. "Entonces se vuelven más competentes en su habilidad para usar estas estrategias en sus vidas cotidianas".

"Es importante saber que hay muchos tipos de tratamientos disponibles, y que las personas con trastornos de ansiedad suelen tener muy buenas respuestas a estos tratamientos", dice Pine. Por lo general, la mejor manera de empezar es hablar con su médico. Si es padre o madre, hable con el pediatra de su hijo. "Estos profesionales de la salud suelen estar preparados para ayudar a identificar estos problemas y ayudar a los pacientes a recibir la atención que necesitan", dice Pine.

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