Extractos de nuestra conversación con el doctor Jack Fletcher, sicólogo de la Universidad de Houston, especializado en trastornos del aprendizaje.

NIHNiH: ¿Cómo aprendemos a leer?

Leer no es algo natural. Para desarrollar habilidades de lectura, el cerebro tiene que reorganizarse. Utiliza áreas del cerebro creadas para el lenguaje y la atención visual, y las reutiliza para la lectura. Para muchos niños, eso depende mucho de la enseñanza. Hasta que no se hace un esfuerzo activo por enseñar a un niño de forma adecuada, no se puede decir que esa persona tiene dislexia.

Muchos niños tienen dislexia porque no han recibido la enseñanza que su cerebro necesita para aprender a leer. La dislexia no es algo con lo que se nace. Se nace con factores de riesgo: factores genéticos y factores ambientales. Estos ponen en riesgo a su cerebro, pero podemos reducir ese riesgo a través de la enseñanza de la lectura y sobre cómo funciona el lenguaje, además de otros enfoques.

El objetivo para las personas con riesgo de desarrollar dislexia debe ser identificarla tempranamente. Deberíamos examinar a todos los niños en kínder, primer grado y segundo grado de la escuela. En la actualidad, la legislación de más de 40 estados exige la detección temprana.

Tenemos muchas pruebas de que la intervención temprana es eficaz. Lamentablemente, la dislexia suele detectarse cuando el niño llega a tercer grado y está teniendo dificultades en la escuela. Se les hace una evaluación de diagnosis y se descubre que leen muy por debajo del nivel esperado. En ese momento, las personas suelen tener dificultades para desarrollar habilidades de lectura adecuadas. Si un niño ha llegado a tercer grado y nadie ha identificado el problema, lleva mucho tiempo e intensidad remediarlo. Si lo hacemos tempranamente, podemos reducir realmente el número de niños que van a estar en esa situación.

NIHNiH: ¿Qué señales pueden indicar que un niño podría tener dislexia?

Fletcher: Los padres deben conocer su historia familiar y saber si existe al menos un riesgo de dislexia. Muchos niños con dislexia tienen problemas tempranos de lenguaje. No desarrollan conceptos como la rima a los 3 o 4 años.

En el kínder, tener problemas con los nombres y los sonidos de las letras es muy predictivo. Hay una habilidad fundamental llamada “conciencia fonológica”. Se trata de entender que las palabras tienen estructuras internas formadas por fonemas que se manejan en el lenguaje hablado. Esa comprensión puede evaluarse en niños muy pequeños y en el primer grado de la escuela.

En segundo grado de la escuela, la forma más eficaz de examinar es simplemente pedirle al niño que lea palabras. Después de haber estado expuesto a la enseñanza durante un año, debería poder leer. Si no puede leer a los niveles esperados, es un indicio de riesgo. Lo primero que hay que hacer con un niño en riesgo es someterlo a una intervención. Luego se hace un seguimiento del niño para ver su progreso e intensificar la intervención si no progresa adecuadamente.

NIHNiH: ¿Qué intervenciones necesita un niño con dislexia?

En primer lugar, la enseñanza de la lectura debe ser explícita y dirigida por el maestro. Debe haber un componente importante que incluya la fonética. Tiene que producirse en el contexto de un programa más completo. Un buen programa enseña al niño lo que llamamos “el principio alfabético”. La idea de que las letras de la página representan los sonidos del lenguaje. Es algo que los niños tienen que aprender.

Hay un sistema cerebral específicamente orientado a ese tipo de aprendizaje. Tiene que activarse y desarrollarse para apoyar la lectura. Pero los niños también tienen que poder leer de forma eficiente y automática. Para eso, hay que exponerlos a muchos textos y lecturas. La comprensión es siempre el objetivo. Por lo tanto, un buen plan de estudios enseña fonética y trabaja para que la lectura se convierta en algo automático mediante la práctica, y también tiene un componente de comprensión. Los llamamos “planes de estudios integrales”.

Pero para los niños con riesgo de dislexia, la enseñanza tiene que ser personalizada. Hay que poner atención a cada niño, en los conceptos que sabe y en los que no sabe, y luego organizar el programa para abordar esos puntos débiles. Esto suele hacerse formando grupos en la sala de clases. Normalmente hay grupos de niños que tienen más o menos el mismo nivel. La clave es organizar a los niños en grupos relativamente similares para poder centrarse en sus necesidades individuales.